Estanques y Acondicionamiento de las Orillas
Los estanques pueden permitirnos crear ambientes naturales al dotarlos de puntos que rompan la geometría estructural artificial.
El acondicionamiento de algún punto con fondos rocosos, playas de guijarros, troncos o una zona enlosada entrando al agua con algunas piedras, contribuyen en el Jardín Japonés, a crear un ambiente que incite a la calma y a la meditación.
Un conjunto de rocas imitando las orillas accidentadas del final de la montaña, o una rivera de arena, guijarros o grava, inspirada en el paso de un río, da un aspecto natural.
La presencia de la madera confiere también un efecto de zonas reservadas de gran originalidad, si bien pueden estar cerca de las plantas acuáticas.
Los elementos decorativos como torres, puentes o lamparas son efectistas.
Las linternas japonesas otorgan al conjunto un aspecto más tradicional, acaparando rápidamente la mirada del paseante. La iluminación nocturna leve permite crear un ambiente muy especial, invitando al reposo y la contemplación.
Lámpara
El agua puede "hacerse llegar" al estanque a través de una cascada o por un manantial sobre las riveras de grava, dando movimiento al agua y creando así un sonido relajante con la caída del agua. Esto requiere unas instalaciones debajo del conjunto, que permitan trabajar a bombas y filtros, así como, hacer llegar el fluido eléctrico.
La bomba impulsará el agua hacia lo alto para volver a bajar sobre las rocas escalonadas.


Piedras y Arenas
Apreciar la belleza de una piedra natural fue desde el principio uno de los rasgos más destacado de la jardinería japonesa.
El amor que el japonés siente por las rocas naturales, proviene del culto sintoísta a las grandes rocas en los antiguos santuarios, donde las piedras dignas de servir de morada de una divinidad se consideran GO-SHINTAI y son marcadas con una soga , un " shime-nawa" (lazo), atada a ellas.
El verbo "shimeru" tiene varios significados, entre ellos tierra tomada, de "shime" deriva "shima" o jardín.
Piedras Trilladas
El acto de atar y anudar fue posiblemente una de las primeras técnicas culturales manuales de los antiguos. El acto de atar hierva o árboles indica el derecho de propiedad o de poder.
En Japón se tiene una sensibilidad para apreciar la más sutil peculiaridad de la forma, el color y la constitución de una piedra, incluso se le atribuye un estatus, no como un material de construcción, sino más bien religioso.




Y un jardín japonés resulta inconcebible sin una roca extraña, o una combinación de piedras. En el relicario de ISE se encuentra un "shiki no himorogi" especialmente hermoso. Estos lugares ya se citan en las crónicas del siglo VIII, sólo se sabe de estos misteriosos lugares que se trataba de zonas sagradas para hacer abluciones y están en los ríos, cubiertas de cantos rodados, marcadas con un cordón y en su centro algunas veces había un árbol recién cortado.

